Churchill un mesías y Venezuela
Cuando el hilo de nuestra historia cambió, 24 años atrás, el venezolano amaneció de golpe. Despertó de un letargo en el que había sido envuelto entre los partidos tradicionales: Acción Democrática y COPEI; sin embargo, era una pequeña siesta que los hacía olvidar la realidad y la situación, si se quiere crítica, por la que pasaba la economía de Venezuela.
Aquella mañana de febrero la asonada militar despabiló a quien el día a día no lo afectaba. Las exigencias que enarbolaban los castrenses para alzarse contra el poder constituido fueron: el alto costo de vida, la corrupción y el escaso poder adquisitivo, banderas que se podrían alzar en la actualidad y tildarse hasta de clásicas.
¿Qué sucedía en el fuero interior del venezolano? Sería avezado afirmar tal cosa, pero sin duda lo que sí añoraba el grueso de la población era un cambio político que la dirigencia no entendió o al que hizo caso omiso.
La descentralización era un paso crítico y decisivo para terminar de empujar a un país a las aguas profundas y siempre cambiantes de la democracia. ¿Los militares entendieron eso? ¿Venezuela gritaba por un mesías? ¡No y sí!, pero una vez más y como el pueblo judío el mesías no satisfizo las necesidades de quienes lo llamaban cual panacea para Venezuela. Y es que años después del Gran Viraje de Carlos Andrés; la transición de Ramón J. Velázquez y el Chiripero de Caldera, Chávez y Maduro no hicieron más que hundir al país en la miseria.
¿Es la dirigencia opositora capaz de hacerse con el clamor de la población que en los años noventa dejó de creer en la vieja guardia y apostó a casa llena por el mesías revolucionario y socialista? ¿Qué pasa con el discurso que aún no logra calar en esa clase social que lo que ha hecho es creer en un Estado benefactor que le congele los precios, les regule los productos y les dé viviendas?
Es, entonces, imperiosa una oposición comprometida con sus principios, sin diálogo y con carácter para hablarles a los venezolanos en un neodiscurso y prometer: “sangre, sudor y lágrimas”. Que no se eleve como la solución, pero sí en el medio para lograr alcanzar, sin ser clientelista, las mejoras que todos anhelan para sus vidas. ¿Serán los partidos políticos que integran la MUD menos mesías, más Churchilleanos y pragmáticos? Quizá, tal vez, el 2017 nos lo dirá.
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